Mérida, Yucatán. A sus 11 años, Sophie Jiménez Mejía no solo desafía las curvas de las pistas de karting, también rompe estereotipos y barreras sociales. Con un casco bien ajustado, guantes de competición y un mensaje claro en el corazón, esta joven yucateca se ha convertido en una pionera del automovilismo infantil en la región, corriendo no solo por pasión, sino también por los derechos de los niños.
Desde los tres años, Sophie mostró una conexión especial con los autos. “Veía a mi papá manejar y hacía como que lo ayudaba desde el asiento trasero”, recuerda con una sonrisa. Esa primera chispa se encendió definitivamente cuando descubrió una pista de karting en un centro comercial de Mérida. Fue ahí donde comenzó su formación en los “fun karts”, antes de dar el salto a vehículos a gasolina y luego a competencias de nivel nacional e internacional.
De la pista al mensaje
Más allá de la velocidad, Sophie tiene un propósito firme: demostrar que la infancia no tiene límites. “No solo corro por diversión, corro por los derechos de los niños”, afirma. Su motivación nació de una experiencia amarga: cuando tenía ocho años, no la dejaron manejar un kart en un hotel por ser “muy pequeña” y “niña”. “Eso me impulsó a demostrar que los niños también pueden. No importa si un adulto te dice que no”, sentencia.
Ha competido en pistas de alto nivel en Dubái y España, siendo esta última su favorita por su trazo mixto entre interior y exterior. Cada competencia representa un aprendizaje más allá del podio: reacción inmediata, toma de decisiones bajo presión y visión periférica son habilidades que, como destaca su padre Juan Carlos Jiménez García, le han servido incluso en la escuela.
Una familia detrás del volante
Sus padres, Juan Carlos y Rocío Mejía Díaz, son sus mayores admiradores y principales impulsores. “Más allá de ser mi hija, la admiro. Es una persona dedicada, entregada”, dice Juan Carlos, también apasionado del automovilismo. Rocío resalta la transformación que observa cuando Sophie se pone el uniforme: “Se convierte en piloto. Es otra. Toma las curvas como nadie”.
Sophie ha practicado ballet, fútbol, natación y patinaje, pero en las carreras encontró su verdadera vocación. Sus padres coinciden en que su desarrollo ha sido paulatino pero constante, y que el automovilismo le ha dado herramientas de vida. Aunque no es un deporte accesible —por los costos del equipo, el mantenimiento de los karts y los traslados—, la familia ha encontrado formas de sostener su sueño, siempre priorizando la seguridad.
Seguridad y preparación: una prioridad
Sophie corre equipada con traje ignífugo, guantes especiales, casco homologado, costillera, balaclava y un hand device que protege su cuello y cervicales. “No se puede escatimar en seguridad”, comenta su madre. A pesar de haber tenido un incidente durante un entrenamiento en el Autódromo de Yucatán, gracias al equipo adecuado no sufrió más que un susto y una leve lesión muscular.
El futuro sobre ruedas
Actualmente, Sophie forma parte de una escudería llamada Racing Kids Península (RKP), cuyo lema es “Pequeños Pilotos, Grandes Campeones”. Con su equipo, planea competir en campeonatos nacionales y definir su camino hacia torneos de mayor nivel como el Reto Telmex o el Campeonato SKUSA. La meta: seguir creciendo en el automovilismo y abrir más espacios para niñas como ella.
Para Sophie, el mensaje a otros niños es claro: “Ustedes pueden. No importa si un adulto les pone límites, hagan lo que les gusta, sin miedo a si les sale bien o mal”. Y a los padres, les dice: “Si su hijo o hija tiene un sueño, ayúdenlos a cumplirlo. Podrían llegar muy lejos”.
Sophie no solo acelera motores en la pista. También enciende conciencias. Y lo hace con el coraje, la determinación y la alegría de una niña que sabe que ser pequeña no es una desventaja, sino una oportunidad para demostrarle al mundo de qué está hecha.