Editorial: Por Fernando Simones
El sistema de transporte “Va y Ven”, uno de los estandartes del gobierno de Mauricio Vila Dosal, fue vendido como una transformación histórica para la movilidad en Yucatán. Un transporte moderno, eficiente y digno. Pero detrás del discurso triunfalista, el nuevo gobierno de Joaquín Díaz Mena hereda una estructura inflada, endeudada y con vicios políticos que amenazan con convertir el proyecto en una pesada losa para las finanzas del estado y para el bolsillo de todos los yucatecos.
El “Va y Ven” no solo arrastra una deuda anual multimillonaria para su operación y mantenimiento —una carga insostenible a mediano plazo— sino que fue diseñado para depender de subsidios permanentes. En lugar de crear un sistema que se fortaleciera con criterios técnicos, eficiencia operativa y transparencia, Vila Dosal impulsó una iniciativa para que el sistema fuera “independiente” a través de un ente autónomo. Sin embargo, lejos de buscar una gestión neutral y profesional, lo que realmente hizo fue crear una estructura paralela, diseñada para favorecer a sus aliados transportistas y proteger a funcionarios leales.
Ese organismo, más que un ente de movilidad, ha funcionado como refugio laboral para colaboradores cercanos al exgobernador, blindados con nombramientos estratégicos que dificultan su remoción y que mantienen el control operativo más allá del cambio de administración. Así, el sistema nació con un doble propósito: mostrar un logro visible al final del sexenio y asegurar espacios de poder para el círculo más cercano a Vila, aun cuando eso signifique comprometer recursos públicos sin límite claro.
Ahora, Joaquín Díaz Mena enfrenta una encrucijada: continuar alimentando un modelo financieramente inviable, plagado de intereses políticos, o tener la voluntad de reestructurarlo a fondo, poner orden, abrir las cuentas a la ciudadanía y redefinir su funcionamiento con una visión técnica, austera y ciudadana. Cualquier otro camino implicaría simplemente prolongar la agonía de un sistema que, aunque luce bien en la superficie, se sostiene con alfileres económicos y pactos opacos.
El transporte público debe servir a los ciudadanos, no a los grupos de poder. Es hora de que el “Va y Ven” deje de ser un monumento al ego político y se convierta, por fin, en un servicio eficiente, transparente y sostenible. Díaz Mena tiene la responsabilidad de cortar los lazos del pasado, rendir cuentas claras, y comenzar una nueva etapa para la movilidad en Yucatán, libre de deudas, amiguismos y simulaciones.
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