Por: Fernando Simones
La política tiene giros irónicos que a veces rayan en lo absurdo. Un grupo de maestros que en su momento apoyaron a Joaquín Díaz Mena para llegar a la gubernatura de Yucatán, ahora se encuentran en la otra cara del poder: siendo reprimidos por las fuerzas estatales cuando protestaban contra la reforma de la Ley del ISSSTE.
Las imágenes de policías estatales intentando disolver la manifestación dejan una pregunta clave: ¿quién dio la orden? ¿Fue una decisión operativa de los mandos policiacos o una instrucción desde el más alto nivel? Y si el gobernador no la ordenó, ¿fue informado y la respaldó?
Díaz Mena, quien ascendió al poder con el respaldo de sectores como el magisterio, enfrenta ahora el desafío de demostrar hasta qué punto su gobierno tolera la protesta social. Porque, al final, la acción de las fuerzas de seguridad no es aislada ni fortuita: responde a una línea de mando que debe esclarecerse.
Si la orden provino de un alto mando sin el conocimiento del gobernador, eso revelaría un problema de control dentro de su administración. Pero si Díaz Mena estaba al tanto o incluso lo autorizó, entonces queda claro que los compromisos de campaña con el magisterio fueron solo un discurso electoral.
El descontento de los maestros no solo es un tema de seguridad o de orden público. Es una cuestión política y social que refleja el desencanto con quienes prometieron ser diferentes. Y la gran ironía es que aquellos que ayudaron a poner al “Maestro” en el poder, hoy reciben golpes en lugar de diálogo.