Por: Fernando Simones
La marcha de ayer, protagonizada por el magisterio, no solo fue una muestra de inconformidad, sino también un reflejo de la ineficacia de los funcionarios encargados de atender estos conflictos antes de que escalen. Lo más revelador de la jornada no fue la protesta en sí, sino el hecho de que, en plena madrugada, tuvo que ser el propio Gobernador quien recibiera a los líderes magisteriales para destrabar la situación y llegar a acuerdos satisfactorios.
Esto plantea una pregunta inevitable: ¿dónde estaban los responsables directos de gestionar estos conflictos? El Secretario de Educación, el Secretario de Gobierno, el Subsecretario de Gobierno y otros funcionarios de alto nivel tienen precisamente el deber de anticipar, negociar y resolver estas problemáticas antes de que se conviertan en crisis que afecten a la ciudadanía. Sin embargo, su ausencia en el proceso solo confirma lo que ya es evidente: no hay capacidad, ni experiencia, ni liderazgo en el equipo de primer nivel del Gobierno.
Cuando un conflicto social escala hasta el punto de requerir la intervención del Gobernador, no es un logro, es una señal de alarma. Significa que los mecanismos institucionales fallaron y que quienes deberían haber resuelto el problema fueron incapaces de hacerlo. ¿Es esto falta de voluntad o simplemente ineptitud?
La pregunta es retórica. La respuesta la dio el propio Gobernador al asumir personalmente una tarea que nunca debió haber llegado hasta su escritorio en la madrugada.