Felipe Carrillo Puerto, Q. Roo.— La historia de Cristian, un joven de 16 años originario de la zona maya, volvió a poner bajo escrutinio la calidad de la atención médica y la falta de infraestructura hospitalaria en la región sur de Quintana Roo. Su caso, ocurrido tras un accidente vial, se ha convertido en símbolo de la frustración que viven cientos de familias ante la precariedad de los servicios de salud y los constantes traslados entre hospitales que dejan a los pacientes en incertidumbre y vulnerabilidad.
El pasado 27 de noviembre, Cristian y un amigo circulaban en motocicleta por calles de Felipe Carrillo Puerto cuando fueron impactados por un conductor en presunto estado de ebriedad. El golpe le provocó lesiones graves, entre ellas traumatismo craneoencefálico y fracturas, que requerían atención especializada inmediata.
Traslados, falta de material y horas críticas perdidas
La primera parada fue el IMSS de Felipe Carrillo Puerto, donde, debido a la falta de especialistas y material médico, se determinó su traslado a Chetumal. Sin embargo, en ese hospital la situación no fue distinta, por lo que nuevamente fue enviado a Cancún, perdiéndose horas valiosas en el camino mientras su estado se deterioraba.
Finalmente llegó al Hospital de Especialidades del IMSS No. 17, en Cancún, donde—según relata su familia—la falta de información oportuna agravó el desconcierto. La madre del menor afirma que los reportes médicos eran contradictorios: primero le informaron que su hijo había fallecido, después que aún tenía signos vitales, luego que presentaba muerte cerebral. La incertidumbre emocional terminó por desgastar profundamente a la familia.
Exigen claridad: denuncian falta de comunicación y presiones
La madre del joven asegura que no recibía explicaciones claras sobre el tratamiento, el pronóstico ni los procedimientos. Incluso señaló que, en un momento crítico, personal del hospital planteó la desconexión del menor y la posibilidad de donar sus órganos, situación que generó indignación y llevó a la familia a exigir con mayor fuerza una atención adecuada.
Ante el cúmulo de dudas, la familia solicitó que, si el hospital no contaba con los medios suficientes, se les permitiera trasladar a Cristian con un médico particular. Sin embargo, las respuestas tardaban en llegar.
La presión social obliga a mover la maquinaria institucional
Solo después de que el caso se hiciera público a través de redes sociales y medios locales comenzaron a agilizarse algunos procesos. El apoyo ciudadano –que exigió transparencia, respeto a la familia y atención urgente– derivó en que las autoridades médicas comenzaran a emitir información y revisar el expediente del joven.
Activistas y habitantes de Felipe Carrillo Puerto han cuestionado que ninguna autoridad estatal emitiera un pronunciamiento temprano, a pesar de la gravedad del caso y la preocupación comunitaria. También señalaron la ausencia de una respuesta visible por parte de instancias gubernamentales que promueven discursos de “humanismo” y defensa de derechos, pero que —afirman— no se manifestaron públicamente ante la situación.
Una familia que espera respuestas y una comunidad que acompaña
A pesar de todo, Cristian continúa hospitalizado y en estado delicado. Su familia, junto con vecinos, amistades y habitantes de varias comunidades mayas, permanece a la espera de un milagro y sigue solicitando claridad en la atención médica.
El caso pone de nuevo en evidencia las carencias en los servicios de salud de Quintana Roo: la falta de especialistas, el déficit de material, los traslados entre ciudades, la comunicación deficiente y la sensación de abandono que enfrentan las familias cuando más necesitan al sistema público.
Hoy, mientras Cristian lucha por su vida, la comunidad exige respuestas, un proceso transparente y un servicio de salud que coloque al paciente —y su dignidad— en el centro de todas las decisiones.

