¿Política migrante de México?

 Amelia Navarrete

La imagen es poco más que inquietante, insanamente publicable, pero necesaria. Un hombre joven, con humildes vestimentas, flota boca abajo en un rio maloliente, a su lado, su hija de tres años, inmóvil como el, muertos ambos, intentando el imposible sueño de buscar un futuro.

Nunca como ahora, ser migrante es doloroso, abusivo, políticamente incorrecto, mortal. Nunca como ahora, el gobierno había sido doblegado, arrodillado y humillado y exigido a controlar y expulsar a los miles de migrantes que intentan cruzar la frontera sur, en el intento de llegar a Estados Unidos y Canadá.

Hay muchos errores en todo esto, añejos, podridos y corruptos. La explotación de migrantes en México ha sido constante, nada extraña. Según datos publicados, la trata de personas en este país, deja unos 5 mil millones de dólares a las bandas y grupos criminales que las controlan, durante mucho tiempo se alimentó y hoy se intenta controlar.

Mafias de polleros hicieron todo, con anuencia de las autoridades mexicanas, diría que, con la aprobación de los tres niveles de gobierno. No solo en la ruta de Chiapas a Baja California, sino, en todas las rutas de trasiego de seres humanos.

Los periódicos del norte del país dan cuenta de los miles de atropellos, abusos, afanes desmedidos de vileza, insanos valores humanos, agresiones, violaciones y humillaciones de que son víctimas los migrantes.

La sociedad está sorda y sigue su camino. La prostitución, la esclavitud, las violaciones a infantes, la venta de menores de edad para tráfico de órganos, el tráfico de estupefacientes, son algunas de las muchas tragedias que se multiplicaron por décadas, sin que nadie haga nada.

Una frontera violentada a su máxima expresión, un despliegue de 26 mil efectivos para contenerla, una larga fila de cruces en las láminas y muros fronterizos dan cuenta de esta batalla que no se detiene, que no se detendrá porque el ser humano por naturaleza busca superarse y salir de sus problemas más graves.

Con todo ello, una sin razón política nacional, acaudillada por un presidente en campaña, que ha sometido a su voluntad a una nación sin guía y sin destino, todo apunta a la tormenta perfecta, porque sin brújula, sin norte, sin capacidad de articulación, la marejada mantiene su ímpetu y esto podría derivar en un conflicto aún mayor.

Pero si México como nación ha fallado al no saber contener diplomáticamente una andanada estadounidense y claudicar en la protección de la esencia misma de la soberanía nacional, los gobiernos de los países Centroamericanos son aún más culpables, irresponsables e inútiles.

Hay mucha culpa en la pobre actuación del gobierno mexicano y sus negociadores. Pero es innegable que los gobiernos Centroamericanos han mantenido una complicidad tácita al perder toda dignidad y aceptar el vil trato que los mexicanos otorgan a sus connacionales, aceptando y omitiendo la protección de sus ciudadanos.

Las cifras son escalofriantes, en los últimos 5 años, poco más de 23 mil seres humanos han perdido la vida en el intento de cruzar el país para alcanzar la frontera norte, un 32 por ciento de ellos fueron niños. La sociedad religiosa y solidaria que por mucho tiempo presumió esta nación se ha perdido.

Yucatán no es la excepción a este tráfico de personas, Mérida es la sede de casas encubiertas donde se realiza la trata de cubanos, rusos, chinos, indios y otras tantas nacionalidades que si pagan hasta 5 mil dólares para llegar a la frontera norte. Nosotros no somos ajenos al dolor de los migrantes, aunque quizá más cínicos por que se cobra mejor la explotación humana.

Creo que, como sociedad, nos merecemos la bofetada que el presidente de Estados Unidos no ha propinado. Sin embargo, no creo que sea suficiente, la imagen del joven salvadoreño, con su hija en brazos, muertos en el Rio Bravo, porque no ha sido motivo para cambiar nuestra actitud desbordado afán de egoísmo, más allá que el comentario de: “no es nuestro problema”.

Nuestra intolerancia, nos acerca a establecer que esta vileza, de la que somos parte como nación, también tendremos que cargar, aceptar, cumplir y pagar, tarde o temprano. Nuestra ceguera, la falta de entendimiento al dolor humano, nuestra negligencia al no poder entender las condiciones y padecimientos de aquellos que intentan un futuro mejor, también nos hará olvidar nuestra fe religiosa, nuestros valores humanos y nuestra capacidad reflexiva.

Nos queda mucho por entender y acercarnos a ser una sociedad inteligente y del nuevo siglo, quizá alguna vez lo logremos.

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