-Hay una estrategia para debilitar instituciones, familias, e iglesias.
-La meta es contar con una “hegemonía cultural”.
Por: Walter Alberto Montañez
Para Carlos Marx, sus seguidores debían promover la lucha de clases para hacerse del poder, pero habia siempre factores en común entre ricos y pobres que dificultaban esa meta.
Marx veía a dos estructuras distintas enfrentadas, los ricos, a quienes según él odiaba, y el proletariado, o los pobres, llenos de virtudes y por lo tanto llamados a conquistar el poder político. “Todo el Poder al Pueblo”.
Sin embargo, para el comunista italiano Antonio Gramsci, la estrategia de Marx no era factible y lanza desde la cárcel, una serie de ideas escritas en varios cuadernos que definían el camino que los amantes del Marxismo debían seguir para lograr el poder en el mundo.
El siguiente párrafo sintetiza la manera de pensar de Gramsci.
“La única forma que tenemos para hacernos del poder como comunistas, no es lo que hizo Marx. Nosotros debemos infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la iglesia, infiltrarnos en la comunidad educativa, lentamente e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos.” -Antonio Gramsci, de origen italiano y fundador en 1920 del partido comunista-.
Al igual que Lenin, -Ilich Ulianov Lenin el lìder bolchevique ruso-, Gramsci, sentía un profundo desprecio por la religión, sobre todo la católica, y planteaba que la iglesia debía ser infiltrada con ideas marxistas, pero poco a poco y sin llamar mucho la atención, -situación que les ha dado resultados parciales, simplemente hay que recordar los apellidos Solalinde, Boff, Mendez Arceo, los curas rojos-.
Así, la estrategia que han seguido quienes manejan tras bambalinas a las izquierdas radicales en las últimas décadas, va más encaminada a cambiar la manera de pensar de la sociedad, en materias como el matrimonio, el aborto, uniones homosexuales, entre otros temas cruciales para ellos y para el mismo entramado social, pero tratando de no hacerse notar.
La iglesia, representaba para Gramsci, un fuerte factor común entre ricos y pobres, por lo que debía ser uno de los objetivos fundamentales para cambiar a la sociedad.
En síntesis, se trata de corromper las bases filosóficas de la religión, la familia, el arte y la cultura en general. Toda una subversión.
Si usted no lo cree, busque en Google o You Tube la temática señalada, material abunda.
El tema no es menor, pues está en juego la sobrevivencia del cristianismo y el orden social en su totalidad.
La pérdida de valores está minando ya al engranaje social, y aunque no se puede atribuir solamente a quienes aplican las estrategias gramscianas, es un factor que revoluciona y provoca erosión, y no necesariamente para bien.
Antonio Gramsci nació el 23 de enero de 1891 en Ales (Cerdeña), Italia. En 1911 consigue una beca para estudiar “Letras” en Turín. La obra de Benedetta Croce y el movimiento socialista y obrero de la gran ciudad industrial son puntos de referencia importante en su período universitario. Inicia una gran actividad periodística en 1921 participa en Livorno en la fundación del Partido Comunista Italiano.
Entre 1921 y 1924 trabaja en el secretariado de la III Internacional. A su vuelta a Italia es elegido Secretario del Partido Comunista Italiano y un año después Diputado en el Parlamento.
A finales de 1926 fue encarcelado por las fuerzas de Mussolini, siendo condenado el 4 de junio de 1928 a 20 años de prisión. Aún en prisión desarrolló una intensa actividad intelectual, por lo que se vio obligado a utilizar un lenguaje cifrado en sus escritos. En las difíciles condiciones de la cárcel fascista y aquejado de graves dolencias murió el 27 de abril de 1937.
Fue pues, de bastante relevancia en la difusión de las teorías marxistas posteriores a la época de Lenin.