Por: Fernando Simones
La educación es el pilar del desarrollo de un país, y quienes la sostienen son los maestros. Sin embargo, el actual secretario de Educación de Yucatán Juan Balam ha demostrado una alarmante incapacidad para atender sus demandas, refugiándose en el aislamiento de su oficina mientras el conflicto magisterial se intensifica.
Lejos de abrir el diálogo y buscar soluciones justas, su respuesta ha sido la prepotencia: descuentos salariales como castigo a quienes ejercen su legítimo derecho a manifestarse. ¿Acaso cree que con sanciones silenciará el clamor de los docentes? La educación no puede sostenerse sobre amenazas, sino sobre el respeto, la escucha y el compromiso real con quienes la hacen posible.
Los maestros no exigen privilegios, sino condiciones dignas para ejercer su labor, salarios justos y recursos adecuados para enseñar. Mientras el secretario elige la indiferencia y el castigo como política, la educación sigue en crisis.
Ante este panorama, el gobernador Joaquín Díaz Mena no puede permanecer al margen. Debe tomar una decisión clara sobre la permanencia de su secretario de Educación, quien ha demostrado su nula capacidad para atender a su propio gremio. Resulta aún más irónico que dentro de los nuevos funcionarios de la SEP (Segey) en Yucatán, nombrados por este secretario, se encuentren líderes que en su momento también se manifestaron, como es el caso de la responsable de educación primaria.
¿Será que ahora, desde el poder, han olvidado las causas por las que lucharon? El magisterio no pide favores, exige respeto y justicia. El gobernador tiene en sus manos la responsabilidad de corregir el rumbo antes de que la crisis educativa escale aún más.