Caracas, Venezuela
En un contexto de agitación social y polarización política, Nicolás Maduro asumió oficialmente la presidencia de Venezuela por tercera vez, en una ceremonia marcada por protestas y disturbios en las calles de Caracas. El evento, que tuvo lugar en el Palacio de Miraflores, estuvo rodeado de tensiones tras un proceso electoral que fue ampliamente criticado tanto dentro como fuera del país.
En su discurso de toma de posesión, Maduro proclamó que “inaugura el periodo de paz” para Venezuela, a pesar de la creciente resistencia social y los llamados de la oposición que denunciaron lo que califican como un “fraude electoral”. El mandatario reiteró su promesa de continuar con su modelo socialista y reafirmó su liderazgo sobre un país sumido en una grave crisis económica, política y humanitaria.
“Este es el gobierno del pueblo y para el pueblo, y nada ni nadie detendrá la marcha de la revolución bolivariana”, exclamó Maduro, rodeado de sus principales aliados, incluidos representantes de gobiernos que han expresado su apoyo incondicional al régimen, como el de Cuba y Nicaragua.
Contexto electoral y reacción internacional
Las elecciones presidenciales de 2024, que le dieron la victoria a Maduro, fueron objeto de fuertes controversias. La comunidad internacional, incluidas las principales democracias de América Latina, Estados Unidos y la Unión Europea, las calificaron como fraudulentas y no libres, acusando al régimen de Maduro de manipular el proceso electoral, limitar la participación de la oposición y reprimir a los medios de comunicación independientes. A pesar de las sanciones internacionales y las protestas dentro y fuera de Venezuela, el mandatario se ha mantenido firme en su puesto gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas y el control sobre los órganos del poder estatal.
A nivel local, las protestas han sido una constante desde que Maduro fue declarado ganador. En Caracas y otras ciudades del país, grupos de manifestantes se enfrentaron con la policía y la Guardia Nacional, exigiendo la salida del presidente y la celebración de nuevas elecciones libres y transparentes. Las tensiones se intensificaron por la grave situación económica, la inflación galopante y la escasez de alimentos y medicinas, que han empujado a millones de venezolanos a abandonar el país en busca de mejores condiciones de vida.
Resistencia y represión en las calles
La toma de posesión de Maduro fue recibida con cacerolazos, bloqueos y enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad. Los opositores al régimen, incluidos dirigentes de la autodenominada “Mesa de la Unidad Democrática” (MUD), aseguraron que no reconocerán la legitimidad de Maduro y llamaron a la comunidad internacional a intensificar las sanciones contra el régimen. “Este no es un gobierno legítimo”, expresó María Corina Machado, una de las figuras más destacadas de la oposición. “Venezuela necesita un cambio de rumbo, no más represión ni más promesas vacías”.
En respuesta a las manifestaciones, el gobierno de Maduro ha reforzado la presencia militar y policial en las principales ciudades y ha bloqueado las redes sociales para dificultar la organización de los opositores.
¿Un “periodo de paz” o más represión?
Mientras Maduro se refiere a su nuevo mandato como una “era de paz”, la realidad sobre el terreno parece indicar lo contrario. Venezuela continúa siendo un país dividido, con una economía colapsada, altos niveles de violencia, una crisis humanitaria sin precedentes y una migración masiva que continúa golpeando las fronteras de los países vecinos.
A pesar de la retórica oficial, la paz prometida por Maduro parece estar muy lejos de alcanzarse, ya que la represión política, las violaciones a los derechos humanos y la opresión de la oposición siguen siendo las características más prominentes del gobierno. Si bien el régimen se mantiene firme gracias al apoyo de los militares, la situación interna del país y las presiones internacionales podrían generar nuevos desafíos para el gobierno venezolano en los próximos años.
El futuro de Venezuela sigue siendo incierto, y la comunidad internacional observa con cautela el desarrollo de los próximos meses, a medida que se intensifica la lucha por la democratización del país.