En un episodio que roza lo absurdo y ha encendido la mecha de la indignación en Yucatán, Joaquín Díaz Mena, dos veces perdedor de la gubernatura de Yucatán, ha desafiado la sagrada promesa del acceso universal a la salud. Este acto no tuvo lugar en una clínica pública o en un centro de salud rural, sino en la opulencia de un hospital privado, donde el lujo y el aroma del dinero desdibujan la percepción del desinfectante como algo económico. Este escenario no solo insulta abiertamente a los yucatecos que luchan diariamente contra un sistema de salud en ruinas, sino que también revela la hipocresía de las promesas políticas en contraste con la cruda realidad.La acción de “Huacho”, predicando sobre igualdad y derechos universales en un santuario de privilegios, no es solo una burla; es un recordatorio contundente de cómo el sistema de salud en Yucatán sufre una necesaria reparación que parece no llegar nunca.Bajo la gestión de su partido, los hospitales públicos han sido abandonados a su suerte, enfrentando una escasez tan severa de medicamentos y recursos que la esperanza se desvanece tan rápidamente como los propios fármacos. En este contexto, acceder a una cama hospitalaria se ha vuelto un sueño inalcanzable para la mayoría, pintando un panorama desolador para la salud pública en la región.La ironía de que el candidato de Morena hable de acceso universal a la salud mientras disfruta de comodidades ajenas a la gran mayoría de los yucatecos resalta la desconexión y falta de empatía de su liderazgo y de su partido político con las realidades de la región.Bajo el mandato federal de Morena, ha quedado claro que ni medicinas ni recursos cruciales llegan a quienes más los necesitan en Yucatán. La población se ve obligada a enfrentar una realidad desgarradora: los gastos de salud recaen implacablemente sobre sus hombros, sumiendo a las familias en una crisis financiera simplemente por buscar cura y consuelo.Las promesas de reforma y mejora en el sistema de salud, que alguna vez fueron proclamadas como estandartes de esperanza, ahora parecen desvanecerse ante la evidencia de un sistema que, bajo su dirección, ha sido incapaz de ofrecer soluciones reales y efectivas. ¿Cómo puede alguien tan aislado de la realidad, rodeado por muros de privilegio, comprender la angustia de madres y padres que velan por sus hijos en pasillos sobrecargados o el temor de aquellos a quienes se les niega el tratamiento por falta de recursos?Este acto es un golpe a la dignidad de quienes sufren el deterioro del sistema de salud de Yucatán, y un llamado a la acción. Debe ser un catalizador para exigir un sistema de salud que no discrimine, que no deje a su población a la deriva y que sea verdaderamente universal.La salud en Yucatán, bajo la sombra de un partido y un líder que han demostrado su incapacidad para cumplir sus promesas, no puede seguir siendo moneda de cambio en juegos políticos. Es un derecho innegable que debe ser defendido con determinación, asegurando que las promesas se conviertan en acciones concretas y que figuras como Huacho, independientemente de los apodos bajo los cuales se esconda, bajen de sus pedestales y enfrenten las realidades de un sistema que han contribuido a fracturar.“La salud es un derecho, no un privilegio. Desafortunadamente en Yucatán la salud no es para todos, existe mucha desigualdad en el acceso y en la calidad de la atención médica. Mi compromiso es hacer de la salud una prioridad para que el bienestar sea para todos”, Díaz Mena.