Acuerdos desde abajo

Círculo Rojo

Por: Iván Duarte

Un partido que se encuentra en la lona, al que para muchos, tomará (si es que no desaparece en esta elección) al menos 12 años retomar su rumbo, es el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego de la paliza que recibió en 2018. 

Este partido intenta recomponerse, o al menos, hay voces de las filas de abajo, los que siempre estuvieron cargando sillas, sumándose al candidato designado, enojados pero sonrientes, aplicadores ideológicos de los principios y reglas no escritas, que intentan ser ellos mismos los que recompongan el partido. 

Cerrar filas en torno a un candidato, ha sido siempre una de las características disciplinarias del PRI. que ya después, debajo de la mesa se den hasta por debajo de la lengua, boicoteen proyectos y traicionen a este u otro candidato es otra historia.

Pero lo que hoy está sucediendo al interior del PRI resulta interesante. Las altas cúpulas del partido, o los que se sienten dueños de él, están aplicando una estrategia simple, pero hábil. Por una parte se han mimetizado en institutos satélite, como el PVEM, o bien, con ideologías afines, como Morena, desde donde muchos buscarán su vigencia política. 

Por el otro, los “dueños” del partido, planean colocar a los mismos de siempre en posiciones plurinominales, es decir, puestos que no son de competencia popular, y que garantizan que se mantendrán en el poder. 

Por el otro, estos titiriteros saben que para mantener al PRI activo, hay que poner piezas frescas, piezas ciudadanas, figuras no quemadas. Por eso seguramente veremos muchas caras nuevas como candidatos, de quienes no habrá que “jalar mucho el hilo” para ver de donde viene o que grupo lo postula. 

Y basta con hacer una pequeña revisión en redes sociales, o preguntar con militantes para hallar la reactivación de ciertas figuras políticas. Una de ellas, Pablo Gamboa Miner, quien a pesar de no tener actividades reflejadas en sus redes sociales desde hace al menos seis meses, ya se empieza a mover sus piezas. Lo mismo Rolando Zapata, Ivonne Ortega, Alejandro Moreno Cárdenas, hoy líder nacional del PRI, entre otros personajes. 

Y un puesto que es hoy, quizá no de gran interés de las cúpulas del PRI, pero que al final es una posición que los grupos quieren tener bajo control, es la dirigencia del partido, y en el caso concreto, la del PRI en Mérida que se definirá en breve. 

La contienda al parecer se encuentra entre tres suspirantes, Francisco Medina Sulub, Efrain Rivero Euán y Jorge García “Totocho”. Cada uno con sus respectivos padrinos.

Efraín Rivero y Francisco Medina

Cada uno podría quizá en otra circunstancia apostarle a quien tenga el mayor “peso”, presumir en el caso de “Panchito Medina”, la buena amistad y cercanía con el líder nacional del PRI, “Alito”, su buena relación con todos los grupos locales y la disciplina que siempre le ha caracterizado en el PRI y que ahora sabe, que lo han puesto en la mejor de las circunstancias. 

Efraín Rivero podría, por su parte presumir el respaldo del ex candidato a gobernador, Mauricio Sahuí Rivero, incluso de priístas de la línea “Ivonnista”, y “rolandista” desde donde tejió amistades. 

Y Jorge García podría argumentar que tiene el respaldo de quien para muchos, es lo único que le queda al PRI, como figura que pudiera sacar al partido adelante, el Senador Jorge Carlos Ramírez Marín. 

Empero, y algo que no tenían del todo previsto, es que lejos de que se generara una disputa entre los aspirantes, al parecer, los priístas, al menos esos que siempre se han quedado con las ganas de “jugar” porque siempre los han “bajado”, están claros en que un enfrentamiento terminará por echar el último céntimo de polvo al muerto. 

Panchito Medina y Efraín Rivero, han sido los primeros en sentarse y hablar. Hablar de cómo respaldarse en caso de que el otro quede mejor posicionado para ostentar el cargo. Lo que abre la posibilidad incluso de generar una planilla de unidad si logran ponerse de acuerdo. 

Falta la “gente del Senador” como refieren los militantes. Y a quien ponen entre la espada y la pared, pues de no abrir el diálogo, condenará al pleito y por ende al entierro a su propio partido, y de abrirlo, posiblemente tenga menos cartas para equilibrar el juego que los otros dos. 

Algo está claro para los que hoy se reunieron, es su oportunidad para tratar de recomponer a su partido (lo que queda de él), es su oportunidad generacional y es momento de evitar divisiones internas. 

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